Cuarenta años de historia: basta de mirar atrás
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Guillermo Tagle
En torno a la mitad de la población de Chile tiene hoy menos de 40 años. Es decir, no había nacido en 1973. Un fenómeno natural del ser humano es que, en general, tiende a ver difuso en el tiempo la cronología de los acontecimientos más importantes ocurridos en la historia, antes de nacer.
Respecto de la insistencia de los medios de comunicación de poner en primer plano los acontecimientos y la realidad vivida hace 40 años, es interesante desde la perspectiva histórica. Es útil presentar en forma objetiva los acontecimientos que provocaron la mayor crisis institucional de nuestra historia, las dificultades y el quiebre que vivimos como país; especialmente para aprender de los errores y valorar todo lo bueno que se ha podido construir en los años recientes, gracias al espíritu constructivo y de reconciliación al que han debido aportar todas las partes.
No se puede decir lo mismo de todos aquellos que, con 50 años o más de vida, aprovechan cada aniversario o fecha relacionada a esos momentos tan difíciles para nuestra Patria, para reflotar y poner en el primer plano de la discusión, las heridas, divisiones y odiosidades por las que tuvimos que pasar. Especialmente si se hace para sacar ventajas respecto de sus contrincantes o porque piensan que, con un país dividido y fraccionado, sus planteamientos y posturas tienen mejor probabilidad de encontrar seguidores.
Chile lleva ya casi 30 años de continuo y permanente progreso. Tres décadas en las cuales, en general, la población ha ido gradualmente mejorando su condición de vida, donde las generaciones hoy jóvenes han ido logrando expandir sus sueños y ambiciones mucho más allá de las fronteras y limitaciones que sus padres o abuelos tuvieron que aceptar. Una gran mayoría, si quiere, hoy puede estudiar, trabajar y progresar. Obviamente, las oportunidades no son para todos iguales. Mucho podemos mejorar para que las opciones de cada uno dependan principalmente de su libertad, voluntad y talentos personales, y no de factores exógenos como el lugar donde nació o los recursos de que dispusieron sus padres. Es cierto, es mucho lo que nos falta para que podamos lograr estándares de mundo desarrollado en diversas materias, pero es también cierto que hemos recorrido parte importante del camino con todo lo construido en todos estos últimos 30 años. Es justo decir que los sacrificios y dolores de la generación anterior no fueron en vano. Es necesario también entender y aceptar que para quienes sufrieron en carne propia dificultades mayores, para las familias que se quebraron antes o después del año 1973, para quienes perdieron seres queridos, vieron destruido todo lo que con trabajo de generaciones habían creado, es difícil dejar atrás las huellas del pasado. Sin embargo, es fundamental mirar adelante.
Esas generaciones de jóvenes que hoy están iniciando sus vidas, que quieren poder materializar sus sueños, que quieren poder acceder a una vida más justa y mejor, que quieren poder ofrecer a sus hijos un lugar mejor para vivir, necesitan que quienes nos dirigen y tienen la posibilidad de resolver los destinos de la Patria, focalicen toda su energía y ganas de trabajar, mirando adelante. Que pongan todos sus pareceres o dolores personales al servicio de los demás, al servicio de quienes todavía no han logrado el bienestar que merecen. Que dediquen sus energías y talento a construir un mundo con mayor justicia y progreso social, especialmente para los niños y jóvenes de hoy, para las generaciones que están por venir. Basta de quedarnos en el pasado, escudriñando qué hizo o no hizo cada uno (de los que entonces estaban vivos), frente a las duras circunstancias que vivimos hace ya tantos años. Hay que seguir concentrados en lo que está por venir, en buscar formas para que la tendencia de crecimiento, progreso y equidad tenga en los 40 años que vienen un cambio mucho mejor y más completo que lo ocurrido en el pasado. Promover la unidad entre los chilenos, entusiasmar a los jóvenes a involucrarse en la historia de los próximos 40 años, soñar con un Chile mejor es más necesario, atractivo e importante, que resolver los enigmas de la historia, o tratar descubrir quién tuvo la culpa, quién fue el responsable de que las generaciones de los 60, 70 u 80 hayan tenido que sacrificar tanto para llegar hasta donde estamos hoy. Poner en riesgo la unidad, provocar un quiebre institucional, fue en extremo duro en el pasado, nunca más puede volver a ocurrir.